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Santo Domingo, RD.- La República Dominicana presume un parque vehicular que supera los seis millones de unidades, pero la cifra es solo la superficie del verdadero problema. El caos vial que vivimos a diario no es consecuencia de los vehículos, sino de una cultura que ha normalizado la improvisación por encima de la ley.
Durante años hemos debatido sobre los tapones, la congestión y la falta de espacio en las calles. Pero lo que realmente define nuestra movilidad es algo más profundo: el tránsito dominicano funciona sin reglas firmes, sin orden real y sin un rumbo claro hacia el futuro.
Normas que existen, pero pocos respetan
En muchas ciudades del mundo, las leyes de tránsito son la base del comportamiento vial. En RD, son apenas referencias visuales.
Aquí, pasarse una luz roja es cotidiano; manejar en vía contraria se ve como “resolver”; detenerse en una cebra es raro; y respetar límites de velocidad es tratado como exageración.
Lo más preocupante no es la infracción, sino que ya no causa indignación. Hemos aceptado el desorden como parte natural de nuestra identidad vial.
Una autoridad que no logra transformar la conducta
La Digesett está presente, pero su influencia es limitada.
Hay operativos, sí, pero no consistencia.
Hay multas, pero no consecuencias estructurales.
Hay reglamentos, pero no un sistema eficaz que obligue a respetarlos.
La autoridad está, pero no pesa.
Y cuando la autoridad no pesa, el ciudadano deja de sentir la obligación de cumplir.
Calles modernas… para un parque vehicular de hace 20 años
A pesar del desarrollo económico, la infraestructura vial del país no está a la altura del crecimiento.
- Semáforos que no se sincronizan,
- Aceras intransitables,
- Calles colapsadas,
- Sistemas de movilidad sin tecnología,
- Espacios públicos diseñados sin visión de futuro.
Estamos conduciendo hacia adelante, pero con un sistema que se quedó atrás.
Las motocicletas: vitales, pero vulnerables
Más de la mitad del parque vehicular son motores. Son herramientas de trabajo, transporte y supervivencia para cientos de miles.
Pero también representan el mayor número de muertes y accidentes.
Miles circulan sin cascos, sin documentos, sin luces, sin respeto al carril.
Y cada día perdemos vidas que pudieron salvarse con algo tan simple como disciplina, control y educación.
Transporte público desorganizado e insuficiente
Mientras otras ciudades implementan BRT, sistemas inteligentes, carriles exclusivos y buses modernos…
RD sigue dependiendo de rutas improvisadas, vehículos deteriorados y métodos de trabajo heredados de los años 80.
No se puede aspirar a movilidad moderna con un sistema construido a base de costumbre y no de planificación.
La raíz del problema
El tránsito en República Dominicana no está desorganizado por casualidad.
Lo está porque lo permitimos.
Porque lo replicamos.
Porque lo aceptamos.
La responsabilidad es compartida:
- del Estado que no fiscaliza con rigor,
- de los municipios que no planifican,
- de los organismos que no modernizan,
- y de los ciudadanos que no respetan.
Sí hay solución, pero exige valentía
Los países que transformaron su movilidad urbana tomaron decisiones firmes y, muchas veces, impopulares:
- Tolerancia cero al desorden,
- Modernización real del transporte,
- Renovación del parque vehicular,
- Tecnología de gestión vial,
- Educación vial desde las escuelas,
- Y una autoridad que se respete.
RD tiene la capacidad de hacerlo. Lo que falta es voluntad.
Un país que no controla su tránsito, no controla su futuro
No es normal que los accidentes sean una de nuestras principales causas de muerte.
No es normal que tres horas de tapones diarios sean parte de la vida laboral.
No es normal que caminar por la ciudad sea un acto de riesgo.
La República Dominicana ha logrado avances notables en múltiples áreas.
Pero en movilidad seguimos atrapados en el desorden.
Es hora de cambiarlo.
Es hora de ordenar las calles.
Es hora de respetar la vida.
Es hora de poner rumbo donde hoy hay caos.
Porque si el tránsito en RD sigue funcionando sin reglas, sin orden y sin rumbo, el país también seguirá avanzando a ciegas.